El sueño representa para Platón, desde un punto de vista ontológico, la sombra de una sombra, en cuanto está formado por imágenes (reproducidas o transformadas) de los
objetos sensibles, los cuales, a su vez, no son
sino imágenes o sombras de la Realidad en sí, esto es, de las Ideas. Así se ve en el conocido esquema
de la línea dividida en fragmentos, que
encontramos en la República (509 D 511 E). Cuando se refiere al sector más bajo del mundo
sensible y de la opinión, es decir, al mundo de la
"imaginación" o de la "conjetura", fácilmente
puede establecerse que, además de las sombras propiamente
dichas, de las figuras reflejadas en el
agua y en todo cuerpo liso y brillante, se refiere a
las imágenes oníricas ("a todo lo que es semajenate
a esto") Explícitamente lo reconoce en el Sofista (266 B) En efecto, después de dividir las
obras
divinas y humanas en dos partes, la de las
esencias y la de sus copias o imágenes, sostiene que
entre las obras divinas están por una parte los
elementos y los seres vivientes y por otra las
sombras, las imágenes reflejadas en espejos y los sueños
(Cfr. P.Friedlander, Plato, 3 p. 259). Por otro
lado, en el Teeteto (201 D), Platón llama
"sueño" a una definición
aparentemente correcta de la ciencia ("opinión verdadera basada en una
razón") El sueño aparece como portador de un mensaje
y, más aún, de un imperativo moral y religioso
en el Fedón (60 C - 61 B). AIIí, ante una
pregunta de su discípulo Cebes, explica Sócrates la
razón que lo llevó a poner en verso las fábulas
de Esopo y a componer un himno a Apelo, una vez
ingresado en la cárcel (de la cual no debía salir
vivo)" cuando nunca antes se había dedicado a la
poesía. Al hacerla ha querido responder a lo que se
la ha
sugerido en ciertos sueños y, al mismo
tiempo, cumplir con un mandato divino. Muchas
veces, en efecto, hab ía tenido en sueños una visión
en la que se le ordenaba: "Oh Sócrates, haz
música y cumple". Hasta entonces Sócrates había creído que la voz lo incitaba a continuar haciendo lo que efectivamente hacía, esto es, a seguir filosofando,
puesto
que, según él, no hay música más sublime
que la filosofía. Sin embargo, después del
juicio y de la condena (cuya ejecución había sido
postergada por una fiesta religiosa), pensó que tal
vez lo que la voz le mandaba era hacer música (esto es
poesía) en el sentido corriente del término. Por
eso, compuso primero un himno al dios cuya fiesta se
celebraba (Apelo) y después, reparando en que la poesía trabaja no con raciocinios sino con
mitos y, puesto que él mismo no era mitólogo
(sino filósofo), recurrió a los mitos que ten ía
más a mano, esto es, a las fábulas de Esopo (que,
como la mayoría de sus contemporáneos y
compatriotas,
debía saberse de memoria) y las versificó. El mandato recibido en el sueño podría
parangonarse con el del "genio" que gu ía los
pasos de Sócrates en la vigilia. El sentido real del sueño parece ser éste:
Sócrates ha pensado durante toda su vida (y sigue,
sin duda, pensando hasta el final) que ninguna
manifestación del espíritu y ninguna forma de la cultura supera a la filosofía. Pero en las últimas
horas
de su existencia se abre paso en su
conciencia una duda, o, por mejor decir, una sospecha: Tal
vez el hombre sabio, que es ante todo
"hombre de razón" (es decir, filósofo), deba a
veces ser también "hombre de fantasía" (es decir,
poeta), para ser cumplidamente sabio. Recordemos, con
Friedlander, que Píndaro había presentado a
la música como símbolo del orden en el hombre y en la sociedad, y a Apelo como su patrono
en ambas esferas, y recordemos también que,
con frecuencia, en las biografías m íticas de
Platón figuran Apolo y los cisnes canosos. El
mismo
Friedlander dice que en tales biografías
Platón es considerado como descendiente del propio Apolo, que los padres de Platón aparecen
sacrificando en el monte Himeto a Pan, a las ninfas y a Apolo, mientras las abejas se ocupan en
destilar su miel entre los labios del niño, y que,
la
noche antes de que Platón se convierta en
discípulo de Sócrates, éste tiene un sueño en el cual un pequeño cisne se refugia en sus rodillas
y después sale volando y cantando, con todo su
plumaje. Más aún, mientras muere el propio Platón -según esta mítica biografía- se sueña a sí
mismo
como un cisne que canta y vuela de árbol en árbol sin que ningún cazador pueda
abatirlo. El pitagórico Simias comenta este sueño de la
siguiente manera: Todos quisieran atrapar el
pensamiento de Platón, pero cada uno quisiera hacer una
interpretación basada en el pensamiento propio.
Tomado de: El sueño y los sueños en la Filosofía Prearistotélica. Angel Capelleti. Revista Filosofía Universidad de CostaR. 1985.
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