lunes, 23 de marzo de 2015

Sociedad hipercomunicada y ensoñación

Por Daniel H. Cabrera
Universidad de Zaragoza


El sueño es un ámbito en el que ser humano amortigua el espacio y con él todos los límites y limitaciones. Cuando dormimos, comenta Gaston Bachelard, el espacio pierde “sus estructuras, sus coherencias geométricas. El espacio en que vamos a vivir nuestras horas nocturnas ya no tiene lejanía” (Bachelard 2005). En el sueño se produce la síntesis/con-fusión del sujeto y la “realidad”. Esa misma fusión se experimenta, por ejemplo, en la ficción televisiva, cinematográfica o en los videojuegos, pero también en toda experiencia de mediación simbólica comunicativa. Manuel Castells llamó a esto “la cultura de la virtualidad real”: “un sistema en el que la realidad misma (esto es la experiencia material/simbólica de la gente) es capturada por completo, sumergida de lleno en un escenario de imágenes virtuales, en el mundo del hacer creer, en el que las apariencias no están sólo en la pantalla a través de la cual se comunica la experiencia, sino que se convierten en la experiencia” (Castells 1996:449)

La sociedad hipercomunicada en la que vivimos puede definirse, siguiendo a Walter Benjamin, como la época del sueño como fenómeno colectivo (cfr. Benjamin 2005). No se trata sólo de que el “sueño impregna la vida de una cultura como las fantasías de la noche dominan la mente del que duerme” (Mumford 1998). La sociedad vive una ensoñación cuyas imágenes y símbolos son diseñados y producidos en y a través del sistema de comunicación social.

El tiempo de la producción industrial de las metáforas, imágenes y ficciones es el tiempo del sueño colectivo, el que parece tan vívido -con tal fuerza afectiva- que no puede distinguirse de la “realidad”. En la cultura contemporánea, la oposición “sueño” [social]/“realidad” [social] parece tener límites muy difusos e incluso, se podría decir, no necesariamente marcados por una censura prohibitiva o coercitiva sino, sobre todo, por una “censura” estimuladora, seductora y productora.

Estamos en la era de la proliferación al infinito de la fantasía colectiva a través de una multiplicidad de obras “creativas”: publicidad, cine, periodismo, diseño, artes, arquitectura, marketing, juegos interactivos, etc. Los productos culturales, en tanto forman un sistema cultural, son mucho más que simples objetos. Un halo los envuelve y sólo por esa aureola siguen vivos en la vida social. Los aparatos neotecnológicos se mantienen vivos en la sociedad a causa de su realidad simbólica y no por su funcionalidad o su utilidad. Su pertenencia al mundo de las creencias y esperanzas colectivas hace de las nuevas tecnologías lo que la sociedad cree que son.

Vivimos en la época de la producción sistemática del sueño colectivo a través de un saber y una técnica específica, el marketing –en el sentido amplio ya destacado-. Los individuos de las sociedades modernas creen, esperan, imaginan y sueñan asistidos en su producción social y sistemática de imágenes, en y a través de la comunicación. Y ese hacer creer, esperar, imaginar y soñar acaba creando el hacer de los individuos y de la sociedad.

Interpretar este modo de ser de la comunicación y de la sociedad contemporánea exige comprender la ensoñación colectiva desde un onirismo sin reducir el imaginario social a representaciones ideacionales ni a ideas de un determinado grupo dominante. No sólo se trata de representaciones sino también de afectos, deseos y emociones. No sólo son ideas sino también imágenes, símbolos y arquetipos. No sólo los produce un grupo dominante, hay también negociación simbólica. No sólo hay imposiciones violentas sino persuasión, seducción y fascinación. El imaginario social tiene una dimensión radical, irreductible e inagotable cuyo constante fluir no puede reducirse a producciones culturales y sociales concretas.

La hipótesis del imaginario –de la capacidad humana de creación- supone a un sujeto sólo parcialmente dueño de sus acciones. Un sujeto productor de sus ensoñaciones y un sujeto-sujetado al incesante fluir desfuncionalizado de su imaginación. Imaginario y ensoñación suponen un sujeto y una humanidad instalada en el límite entre el automatismo y la autonomía. La vida humana es una batalla nunca definitiva entre el yo y lo/s otro/s; entre el hablar y el ser dicho; entre actuar y ser actuado; en definitiva: entre imaginar y soñar o ser imaginado y soñado. La ensoñación es ese terreno liminal que, como el amanecer y el atardecer, no se decide entre la conciencia y lo no consciente. La ensoñación es la matriz de las experiencias de los sujetos en relación con las nuevas tecnologías. Una matriz que nos permite explorar algunos de los contenidos de los sueño del sistema neotecnológico.

Fuente: http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num6/subjetividad-cabrera-nuevas-tecnologias-sujeto-comunicacion.php

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